Al llegar a la Plaza Mayor de la Villa, lo primero que destaca del resto de las construcciones que la rodean es la cabecera del templo, sobresaliendo el ábside central por sus proporciones. Sus muros están reforzados por cuatro contrafuertes que separan cada uno de los paños, abriéndose en éstos cuatro ventanales apuntados que iluminan el interior del presbiterio.
Más sencillo es el aspecto que ofrecen los dos ábsides laterales. El paramento del ábside derecho queda roto por un óculo y el izquierdo por una ventana rematada con un arco de medio punto, el cual fue labrado por los mismos canteros que trabajaron en la portada Norte y en el Claustro, como revelan sus capiteles y las marcas que han quedado grabadas en sus sillares. En el muro de la izquierda se conserva una ventana de traza mudéjar con aspecto de saetera.
La iglesia, de estilo ojival, fue edificada entre los años 1.393 y 1.399, siendo ampliada a partir de 1.414, momento en el cual se levanta el actual crucero con la portada norte y la cabecera, quedando concluidas las obras hacia 1.432.
La ampliación supone una ruptura con la primitiva construcción, tanto por los materiales que se utilizan, sillares de buena labra frente al ladrillo y lajas de pizarra, como por el diseño y las soluciones arquitectónicas.
Sobre la cubie1ta del brazo sur del crucero se alza una espadaña de sillería y ladrillo, sus tres arcos cobijan las campanas. Está rematada por un frontón con cinco esferas de granito y se construyo hacia el año mil seiscientos sobre restos de otra anterior.
Desde la cabecera hacia el sur la fachada se prolonga con un muro que, a modo de muralla, encerraba todo el conjunto monástico.
Unos pasos a la izquierda se abre un gran arco apuntado que permite el acceso al viejo Monasterio y al Claustro. Por encima del arco de ingreso, un ventanal muestra la unión de los estilos gótico y mudéjar: el arco carpanel está trasdosado por un alfiz con decoración de esquinilla repitiendo la traza que ostenta la ventana del ábside izquierdo.
La galería de ventanas geminadas, rematadas con arcos trilobulados del primer piso, anima el muro rompiendo la monotonía del paredón de cierre.